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sábado, 29 de marzo de 2014

Gracias Grecia.


 

Como me alegro de haber tomado la decision de venir aquí a lamerme las heridas. Mi amiga me abrió su casa y sus brazos sin dudar un segundo, me ha prestado a sus amigos y hemos hecho nuevos amigos juntas. Llegué cabizbaja, arrastrando los pies y llorando por los rincones. Me sentía vieja, fea, gorda e inútil, incapaz de dirigir mi propia vida.
   ¡¡Que inmensa fortuna la mia!! Que me hayan regalado este tiempo, este lugar y esta gente…
Cuando llegué me sentía como un supositorio deseando salir por donde ha entrado, como una babosa en un mar de sal. No quería estar aquí, no quería que la realidad fuera como estaba siendo, no quería, no quería, no, no, no. Pero poco a poco mis ojos se fueron abriendo a la belleza de este lugar, al cariño de estas gentes, al placer de esta comida, al sol, a la primavera y a mi misma.



   ¡Cuánto frío pasé los primeros días! ¡Qué extraño me era todo! ¡Qué ajeno! ¡Qué occidental y europeo! Era una pastilla de jabón entre las manos mojadas queriendo salir disparada a tres mil kilómetros de distancia, pero ayer me apuntaron que llegué muy triste y que ahora no paraba de reír.
   Mañana me voy de Estia, de Galaxidi y de esta hermosa burbuja donde he recordado lo que todos sabemos y en mi desazón había perdido, que la vida sigue y está repleta de futuros por descubrir. El lazo que me une a Dayla se ha hecho maroma, y las risas, el cariño y la aceptación sin condiciones de mis nuevos amigos me han devuelto la confianza en mi misma y en mi valor por ser simplemente yo. También me han reafirmado que mi manera de querer vivir la vida es una absoluta cordura, y eso es algo que, en el momento de densas dudas en el que estaba, agradezco profundamente.
   Mañana me voy a Atenas donde espero poder despedirme del resto de increíbles personas que he conocido estas semanas.



Gracias Dayla, Anita, Anos, Pavlos, Andreas, Sakis, Ignacio, Linda y Chakalis por esos maravillosos días de locos borrachos de vida que pasamos en el Peloponeso. Los guardaré en mi baúl de recuerdos extraordinarios, dónde guardo el primer beso, la sonrisa de mi madre y las noches de Maninjao.
Gracias Estia, gracias Grecia, gracias Vida.

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